Cuando los padres de Mary mueren debido a una epidemia en la India, la niña es trasladada a Inglaterra para vivir con un huraño pariente. Sola y sin ningún amigo, tiene que adaptarse a la vida solitaria de Misselthwaite Manor. Para distraerse, ya que nadie tiene tiempo para ella, se dedica a deambular por los jardines y huertos que rodean la casa hasta que da con el misterioso jardín del que todos hablan con tristeza, pues fue cerrado tras la muerte de la señora de la casa. Cuando consigue entrar se encuentra en invierno y el jardín parece frío y muerto. Con la ayuda de su nuevo amigo Dickon y mucha perseverancia trabajara para que el jardín vuelva a la vida en primavera.
Al principio de la historia se nos presenta una Mary que ha vivido siempre entre criados que satisfacían todos sus deseos sin dejar siquiera que los deseara por mucho tiempo. Esto la ha convertido en una niña muy consentida, de mal carácter y acostumbrada a que hagan todo por ella; y, debido a todo ello, infeliz. Incluso su aspecto físico demuestra que no está bien: la piel pálida, la falta de apetito, el pelo pajizo descolorido y la seriedad que transmite su rostro.
Mary siente más dolor por el cambio en el modo de vivir que se le impone que por el hecho de que sus padres mueran, ya que nunca hubo un vínculo afectivo entre ellos. Con todos estos detalles vemos a una niña con carencias afectivas graves y un carácter muy desagradable que impide que la gente se acerque a ella.
El encuentro con el jardín cambia el mundo de Mary. De repente se encuentra con algo que parece muerto pero que aún tiene vida en su interior. Pone todo su esfuerzo su cariño en conseguir que el jardín vuelva a la vida de nuevo, trasladando ese afecto que nunca ha podido dar a unos seres (las plantas) que nunca la rechazarán.
Pero este cambio no habría sido posible sin la relación que la pequeña establece con otros habitantes de la casa. Martha, la criada, le abre los ojos a un mundo en el que sus deseos no se cumplen, pero que no deja de ser fascinante por ello. Dickon, el hermano de Martha, la ayuda a conectar con la naturaleza. Cada persona parece aportarle algo que no tenía y a través de estas aportaciones Mary madura.
La prueba de fuego de ese cambio la encuentra en su primo Colin, un niño histérico, hipocondríaco y malcriado. Mary entonces se enfrenta a una antigua versión de sí misma a la que le dice unas cuantas de las verdades que ha aprendido. Así es como Mary motiva el cambio en otros además de cambiar ella misma.
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